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La glucosamina es un constituyente natural del tejido conjuntivo, los cartílagos y los ligamentos. Desempeña un papel crucial en el mantenimiento de la integridad de los cartílagos y las articulaciones. Objeto aún de numerosas investigaciones científicas, descubramos los beneficios terapéuticos de este constituyente poco conocido...
Descubierta hace unos cincuenta años por médicos alemanes que la utilizaban en forma de inyección en las articulaciones o por vía intravenosa, no fue hasta 1970 cuando la glucosamina se utilizó como complemento alimenticio. La glucosamina es una sustancia compuesta por glucosa (azúcar) y glutamina (aminoácido), que nuestro organismo produce de forma natural a partir de los alimentos. Su producción tiende a disminuir con la edad, y cuando falta, el cartílago -que actúa como amortiguador- se desgasta y deteriora, lo que es el principio de la artrosis, una enfermedad incapacitante y dolorosa.
La glucosamina no existe como tal en la dieta, sino que nuestro organismo la sintetiza a partir de la glucosa y de las aminas contenidas en los alimentos. Como este mecanismo de producción disminuye con la edad o debido a ciertas enfermedades articulares, es posible compensarlo con complementos alimenticios. La mayoría de las veces se sintetiza a partir de la quitina, una sustancia nitrogenada extraída del caparazón de los crustáceos (cangrejos, langostas, gambas, etc.) y envasada en forma de cápsulas, comprimidos o polvo. Se puede consumir de forma natural en pequeñas gambas grises que se comen con su caparazón, pero a menos que se añada al menú a diario, esta suplementación no será suficiente.
La glucosamina sintética existe en dos formas -sulfato de glucosamina y clorhidrato de glucosamina-, la primera de las cuales se utiliza más comúnmente en complementos alimenticios. Se suele combinar con la condroitina, que tiene esencialmente las mismas propiedades y actúa en sinergia con la glucosamina.
Como habrá comprendido, la función principal de la glucosamina es retrasar el desarrollo de la artrosis y ralentizar su progresión.
¿Cómo actúa?
En el organismo, la glucosamina participa en la síntesis de glucosaminoglicanos, que son elementos clave en la estructura del cartílago, gracias sobre todo a su gran capacidad de retención de agua. La glucosamina también estimula la producción de proteoglicanos -cuya carencia provoca la distrofia del cartílago- y espesa el líquido de las articulaciones, con el fin de reforzar su función amortiguadora absorbiendo las tensiones mecánicas entre las dos superficies móviles de la articulación.
La glucosamina también sirve para regenerar el cartílago y mejorar la movilidad. Por último, reduce la inflamación de los tejidos y, por tanto, alivia el dolor articular.
La glucosamina también puede ser utilizada por los deportistas, especialmente los levantadores de pesas, que someten a sus articulaciones a una gran tensión al levantar cargas pesadas repetidamente.
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En general, se recomienda una dosis de 1,5 a 2 g de glucosamina al día, que debe repartirse a lo largo del día para aumentar su asimilación.
Los primeros efectos pueden notarse al cabo de dos semanas de tratamiento, pero lo ideal es continuarlo de 2 a 6 meses.
Si no se observa ninguna mejoría tras 2 meses de tratamiento, puede ser aconsejable combinarlo con condroitina, que ayuda a reconstruir el cartílago.
Debido a su contenido en glucosa, el tratamiento con glucosamina no se recomienda a los diabéticos.
Las personas alérgicas al marisco y asmáticas también deben evitar la suplementación con glucosamina.
Por último, a falta de datos toxicológicos, la glucosamina no debe tomarse durante el embarazo y la lactancia.
No existen efectos adversos derivados de la toma de glucosamina, incluso en dosis elevadas, aparte de un posible trastorno del intestino delgado o incluso heces blandas.
Se han observado posibles interacciones con anticoagulantes (por ejemplo, Coumadin), por lo que es preferible no combinarlo con glucosamina.