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Conocido también como «alcachofa silvestre», el cardo mariano (silybum marianum) es una planta medicinal reconocida por su eficacia extrema y utilizada desde la Antigüedad para tratar problemas hepáticos. ¡Un enfoque en esta planta que resulta ser tan espinosa como prometedora para la salud del organismo!
Como habrás notado, el cardo mariano es para el hígado lo que el calcio es para los huesos. Por tanto, se recomienda para prevenir o tratar todas las afecciones hepáticas.
La acción de la silimarina permitiría acelerar la regeneración de los tejidos dañados en casos de hepatitis viral B o C o cirrosis alcohólica. En 1989, la Comisión E aprobó el uso del extracto estandarizado al 70% de silimarina para tratar intoxicaciones hepáticas. En 2010, un equipo del Inserm de Créteil, especializado en enfermedades del hígado, publicó un estudio in vitro(1) demostrando que los extractos de cardo mariano inhiben la ARN polimerasa del virus de la hepatitis C.
Además, el cardo mariano favorece la solubilidad y el flujo de la bilis, ayudando a prevenir la formación de cálculos en la vesícula biliar. Por ello, se utiliza frecuentemente para prevenir insuficiencias o cálculos biliares.
La dispepsia es un conjunto de trastornos digestivos más o menos directamente relacionados con disfunciones del sistema hepatobiliar. Tan frecuentes como incapacitantes, pueden tratarse eficazmente con el cardo mariano. La Comisión E y la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconocen su eficacia para tratar los trastornos dispépticos(4).
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Algunos estudios tienden a demostrar el efecto positivo de la silimarina sobre la diabetes tipo 2. Uno de estos estudios(3) se realizó con una muestra de sesenta pacientes con diabetes tipo 2 tratados durante 3 meses con un extracto estandarizado de cardo mariano. Este mostró una mejora en el control de la glucemia y una reducción del colesterol en sangre.
Floreciendo en regiones cálidas, secas y soleadas, y amante de los suelos ácidos, el cardo mariano está muy presente en el área mediterránea. También se encuentra en el sur de Europa, el norte de África, el oeste de Asia y Australia. Esta planta bienal de aspecto robusto y tamaño generalmente superior a 1 metro presenta hojas jaspeadas de blanco, flores púrpuras y grandes capítulos con brácteas espinosas.
Su nombre latino, silybum marianum, se debe a la Virgen María (marianum), quien, según la tradición, habría amamantado al niño Jesús bajo un arbusto de cardo (silybum) para escapar de Herodes. Algunas gotas de su leche cayeron sobre las hojas, originando sus características nervaduras blancas.
Durante la Antigüedad, los griegos lo utilizaban para tratar trastornos hepáticos y biliares. Plinio el Viejo recomendaba consumir el jugo de la planta mezclado con miel para eliminar los excesos de bilis. En la Edad Media, se decía que el cardo mariano podía alejar la melancolía, también llamada «bilis negra», asociada con diversas enfermedades hepáticas o relacionadas con el hígado.
Más tarde, en el siglo XIX, comenzó a utilizarse para tratar ciertos trastornos menstruales, así como varices y congestiones de la vesícula biliar y los riñones. Hoy en día, el cardo mariano se utiliza ampliamente por sus supuestas propiedades hepatoprotectoras y hepatodetoxificantes. Los beneficios del uso del cardo mariano en el tratamiento de diversos trastornos hepáticos han sido objeto de numerosos estudios(5)(6)(7). Aunque algunos de estos estudios presentan limitaciones(4), los resultados parecen prometedores.
Para tratar la dispepsia, las semillas secas de cardo mariano pueden usarse en decocción. Se recomienda generalmente entre 12 y 15 g de semillas secas al día en dos o tres tomas, a beber 30 minutos antes de cada comida. También puede utilizarse la tintura madre, en una dosis de 1 a 2 ml 30 minutos antes de cada comida.
Para enfermedades hepáticas, es preferible elegir extractos estandarizados con una concentración del 70 al 80% de silimarina. Se aconseja tomar entre 140 y 210 mg divididos en tres tomas al día. Los comprimidos suelen dosificarse con 70 mg. En caso de quimioterapia, las dosis prescritas suelen ser más altas, llegando hasta los 400 mg diarios en tres tomas, comenzando dos semanas antes de los ciclos de tratamiento.
Evidentemente, el consumo de cardo mariano en caso de condiciones médicas específicas debe realizarse bajo la supervisión de un profesional de la salud para evitar posibles efectos secundarios o interacciones medicamentosas.
Antes de encapsularse para consumirse como complemento alimenticio, el cardo mariano es una planta comestible. Aunque inicialmente no parezca apetecible, puede consumirse crudo en ensaladas o cocido en recetas de salteados de vegetales, tortillas, soufflés o gratinados.
Las mujeres embarazadas y lactantes deben evitar el consumo de cardo mariano debido a la falta de datos suficientes sobre el tema. Además, el cardo mariano es una planta alergénica. Las personas con alergias o sensibles a plantas como margaritas, ásteres o manzanillas deben evitar su consumo. Finalmente, el cardo mariano está contraindicado para quienes sufren de una obstrucción aguda de las vías biliares(4).
En raras ocasiones, la suplementación con cardo mariano puede causar trastornos gastrointestinales leves como náuseas o diarreas, que suelen ser transitorios y sin consecuencias. Sin embargo, en caso de alergia a las plantas de la familia de las asteráceas, su consumo puede provocar una reacción alérgica grave que requiere atención médica inmediata.
Desde 2004, la OMS reconoce oficialmente(4) el uso de extractos estandarizados de cardo mariano como clínicamente validados en el «tratamiento complementario de hepatitis agudas y crónicas provocadas por el abuso de alcohol, ciertos medicamentos y sustancias tóxicas», así como en el «tratamiento de trastornos digestivos y cálculos biliares».
Además, los investigadores han analizado los efectos del cardo mariano en el cáncer y sus tratamientos(2). La silimarina contribuiría, entre otras cosas, a proteger las células hepáticas durante la quimioterapia, un tratamiento conocido por su agresividad sobre el hígado.
La silimarina, un flavonoide complejo que agrupa tres sustancias activas (silicristina, silibina y silidianina), es responsable de las propiedades medicinales del cardo mariano. Al hacer las membranas del hígado más impermeables a las toxinas absorbidas, como venenos, medicamentos y alcohol, podría ser el principal componente detrás de sus virtudes hepatoprotectoras(8).
Esta silimarina, aislada en 1968, está presente en toda la planta, pero especialmente en las semillas maduras. El cardo mariano también contiene flavonolignanos y flavonoides, antioxidantes muy efectivos para combatir el estrés oxidativo al neutralizar los radicales libres(9). Finalmente, las semillas de cardo son ricas en lípidos (principalmente ácido oleico) y fitosteroles.
Debido a su alto potencial antioxidante, el cardo mariano podría ser interesante para la prevención de ciertas enfermedades cardiovasculares. Esto es lo que destacan algunos estudios disponibles(10)(11). No obstante, la investigación en este tema está en etapas iniciales, y se necesitarán estudios más profundos para confirmar o descartar su verdadero papel en la prevención cardiovascular.
En resumen, el cardo mariano destaca como una planta con múltiples beneficios potenciales, especialmente en lo que respecta a la salud hepática y la digestión. Gracias a su riqueza en silimarina y sus propiedades antioxidantes, ofrece una protección natural contra las agresiones diarias. Ya sea como complemento alimenticio o integrado en una dieta variada y equilibrada, el cardo mariano es un aliado valioso para quienes buscan apoyar su salud de manera natural pero efectiva. Antes de comenzar un tratamiento, recuerda consultar a un profesional de la salud para un acompañamiento adecuado.
Este artículo fue revisado por Léa Zubiria.
Léa Zubiria, dietista-nutricionista y periodista especializada en nutrición y salud, es autora del libro Como sin FODMAPs (Eyrolles). Experta en alimentación intuitiva, vegetal y de temporada.
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